Foto del exterior de la sala Apolo. El cartel dice Godspeed You! Black Emperor en mayúsculas y tiene la típica foto del grupo en blanco y negro con los miembros de la banda borrosos. No es una muy buena foto, pero es la que saqué yo.
Salí del concierto de GY!BE con lágrimas en los ojos
Publicado el 6 de marzo de 2025
Ayer dio un concierto Godspeed You! Black Emperor en la sala Apolo de Barcelona. Lo descubrí por casualidad. El jueves pasado estaba yo tranquilamente leyendo Mastodon cuando me encontré una conversación de gente hablando sobre lo bueno que era el último disco y lo impactante que era el grupo en directo. Pocos minutos después entré en Spotify y en la parte de la página del grupo donde pone los próximos conciertos veo que pone Madrid, Bilbao y Barcelona. Un momento... ¿Esa fecha es el miércoles que viene? Voy corriendo a buscar si todavía quedan entradas y veo que quedan unas 50. GY!BE es uno de los buques insignia del post-rock, ese género descrito por el crítico Simon Reynolds como "usar instrumentación de rock para fines ajenos al rock". También es, desde hace años, uno de mis grupos favoritos. Hasta ayer no había tenido nunca la oportunidad de verlos en directo.
El sonido de GY!BE escuchado con cascos es único. Son unos maestros del espacio. Su música es capaz de evocar imágenes y paisajes de manera muy vívida. Uno puede escuchar
The Dead Flag Blues
e inmediatamente puede ver en su cabeza ese paraje desolado y posapocalíptico que se describe en la voz en off del comienzo de la canción. A ratos parece que la sala del estudio de grabación mide cientos de metros y cada músico está tocando en una esquina opuesta mientras un micrófono capta los sonidos que le llegan desde la distancia. Es también un sonido con más textura que melodía, donde parte del atractivo está en escuchar y desgranar mentalmente el tapiz de instrumentos que se trenzan, superponen, entran y salen en patrones complejos que hacen cosquillas a la química de mi cerebro.
En directo no tienen nada que ver. La experiencia sensorial de escucharlos en directo es difícil de describir. Equipados con potentes amplificadores y una sala con buena acústica, uno se siente sumergido por completo en la música. La distorsión de la guitarra es a veces un oleaje que te golpea por todos lados y a veces una corriente en la que dejarse llevar en canciones que serpentean como los meandros de un río. Los graves de la percusión y el bajo son temblores de la tierra que te suben por las piernas y recorren todo el cuerpo, provocando una sensación que no puedo describir de otra forma que estar lleno de música. Nunca había estado tan lleno de música. En ningún momento se nota tanto esta energía abrumadora como en los finales. Las piezas de GY!BE son largas y están compuestas por progresiones lentas en las que la intensidad va aumentando poco a poco en ciclos que se repiten mientras introducen complejidad y variaciones hasta llegar a crescendos apoteósicos que a menudo se sostienen durante minutos. Al acabar y hacerse de nuevo el silencio el cuerpo te pide soltar un suspiro y estirar los músculos y uno se vuelve consciente de toda la energía acumulada en el cuerpo durante la canción. Es el equivalente musical a quitarse las botas de esquí.
A esto se añade en todo momento la belleza de las composiciones. Junto a toda esta energía y sobrecarga sensorial uno se enfrenta al stendhalazo constante de estar presenciando a unos músicos excepcionales tocar unas piezas preciosas. Es imposible escuchar el solo de violín de Sophie Trudeau en
BABYS IN A THUNDERCLOUD
sin quedarse prendado y tener que pasar el resto del concierto resistiendo la tentación de intentar fijarse y desgranar en cada momento qué está haciendo el violín. Otra diferencia inesperada entre los discos y el directo está en el volumen relativo de los instrumentos. Curiosamente, los instrumentos más agudos y que cumplen la función de dar una nota más positiva y esperanzadora a las canciones suenan más alto en directo. En
SUN IS A HOLE SUN IS VAPORS
una de las guitarras toca un punteo que actúa como contrapunto positivo al comienzo grave y lleno de distorsión de la otra guitarra. En el disco, ambos sonidos están bastante equilibrados en su volumen e importancia relativa. En directo, la más aguda y positiva destacaba y daba a la canción entera un tono más amable. Sucedía parecido con el violín, que en varias de las piezas destacaba más que en las versiones grabadas.
Esta nota positiva es crucial en la música de GY!BE. Si hay una característica fundamental en su obra es la esperanza. El último disco, que tocaron íntegro, se titula
“NO TITLE AS OF 13 FEBRUARY 28,340 DEAD”
. El título hace alusión a la cifra de muertos en la franja de Gaza entre el comienzo de la última guerra en octubre de 2023 y el final de la grabación del disco. Con este título y este tema perfectamente les podría haber quedado un disco oscuro y centrado en el sufrimiento, pero es todo lo contrario. Está lleno de esperanza y momentos hermosos. Nos recuerda que aunque las cosas no estén bien hoy, eso no significa que no puedan estarlo mañana. Y lo hace no desde un intento ingenuo de escapismo sino confrontando ese dolor. Aquí se pueden entrever las raíces punkis del post-rock, sobre todo del americano. Esto se extiende al resto de su obra y queda especialmente acentuado en directo por el fenómeno que antes mencionaba en el que los instrumentos agudos cobran protagonismo y conducen el estado de ánimo del público. En cierto sentido, el concierto fue una especie de experiencia trascendente para una época laica, una comunión colectiva mediante la música con la esperanza y la belleza.
El concierto terminó con
Blaise Bailey Finnegan III
. Me sorprendió. Era la canción que menos me esperaba que fueran a tocar, pero funcionó de maravilla en directo. Al final, el grupo repitió en bucle el clímax final de la canción mientras, de uno en uno, cada músico se ponía en pie, se despedía y salía del escenario hasta que sólo quedaron el batería y un guitarrista en un bucle que se alargó durante minutos. Tras ellos un proyector dibujaba unas llamas de color rojo que bailaban y se deshacían en formas abstractas. El público ni respiraba. Fue la guinda perfecta coronando un concierto inolvidable. Un mismo momento que aunaba la intensidad sensorial, la belleza de las composiciones y la emoción esperanzadora que evoca siempre la música de Godspeed You! Black Emperor.
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