Plataformas y monopolios
Publicado el 5 de abril de 2022
El nacimiento del cine en Estados Unidos fue convulso. Edison, que había inventado el primer cinematógrafo a ese lado del charco, el quinetoscopio, que fue pionero en varios aspectos que luego se convertirían en estándares de la industria como el uso de cinta de celuloide de 35mm, patentó todos sus inventos relacionados con el cine y formó junto con los otros grandes productores de cine la Motion Pictures Patents Company, una organización que tenía como objetivo la monopolización de la producción cinematográfica y la persecución legal de los productores de cine que no pagaran una cuota a la entidad, usando la ley de patentes para cancelar sus producciones y someterlos a multas. Entre otras medidas, Eastman Kodak, parte del grupo y único fabricante de celuloide gracias a una patente, aceptó vender sólo a productores que formaran parte del acuerdo. También impuso restricciones a los intentos de empresas de otros países de hacer negocio en los Estados Unidos, llegando a conseguir que se prohibiera la entrada en el país de un representante de la empresa de los hermanos Lumière. Como curiosidad, la principal razón por la que los independientes terminaron asentándose en la ciudad de Los Ángeles, además de por el buen tiempo y la gran variedad de localidades de exteriores, era la distancia que los separaba de Nueva York y la proximidad de la frontera con México, por si tocaba salir por patas ante la llegada de los abogados del mago de Menlo Park. Al final el oligopolio fue llevado a juicio por William Fox, y su actividad sería considerada ilegal en 1915 por violar la ley Sherman anti-oligopolios de 1890.
Una de las principales razones por las que la Motion Pictures Patents Company no logró un monopolio absoluto sobre la producción de películas era que, aunque estaba prohibido, otros podían producir películas también. Los independientes podían copiar sus inventos mediante ingeniería inversa o adquirir cinematógrafos importados de Francia y producir sus películas siempre y cuando no los pillaran. La distribución tampoco tenía ningún condicionante físico. Los cines podían comprar igualmente películas del trust o independientes, y funcionaban igual. El principal aliciente de los independientes fue que las productoras legales no daban abasto ante la creciente demanda. Y aunque Edison desplegó un ejército de abogados por los Estados Unidos para perseguir la producción de películas que violara sus patentes, los abogados, por muchos que fueran, no eran omnipresentes ni omniscientes, así que siempre quedaban resquicios por los que colarse.
La razón por la que comienzo este texto con esta historia es porque nos encontramos, en el presente, ante un monopolio de funcionamiento similar, pero ejecución mucho más efectiva. No me refiero a las plataformas de streaming de vídeo bajo demanda. Netflix, HBO, Disney, Amazon… Aunque operan como nuevas majors, y su control sobre tanto la producción como la distribución da motivos de sobra para preocuparse, no es de lo que vengo a hablar hoy. En esencia, Edison creó una nueva forma de arte (a la vez que los hermanos Lumière en Francia, pero nos limitaremos a los Estados Unidos ya que era el área de influencia de la Motion Pictures Patents Company). Antes de la invención del quinetoscopio no existía en los Estados Unidos una forma de producir lo que hoy en día llamaremos películas. E intentó que la única forma de que nadie pudiera producir nuevas obras en esta nueva forma de arte requiriera pagarle a él un dinero. Al final no le fue posible ejercer ese monopolio ni físicamente ni legalmente, pero es un ejemplo muy claro de un intento de hacer esto.
Lo que nos lleva a la era de internet y las redes sociales, y a plataformas actuales que desarrollan un nuevo tipo, un nuevo formato de obra, y ejercen de distribuidor único de ese nuevo formato, capitalizando así el trabajo de cualquiera que desarrolle una obra de ese tipo. Pongamos un ejemplo, que se entiende mejor, y que explica por qué esto no va sobre Netflix, ni sobre cine. Si una productora quisiera desarrollar una serie podría vendérsela a Netflix. O a HBO. O a Amazon. O a una cadena de televisión. Ninguna empresa tiene la propiedad única sobre la distribución del formato “serie de televisión”. Si alguien quisiera compartir un vídeo podría subirlo a YouTube, o a Vimeo, o a Twitter, o a Instagram, o a Tik Tok si es corto. El vídeo es un formato sobre el que no existe una única empresa con el monopolio absoluto, por mucho poder que tenga YouTube. Pero, y si alguien quisiera hacer un nivel de
Super Mario
. En ese caso, podría usar
Super Mario Maker
o… ¿
Super Mario Maker 2
? Ambos de Nintendo. Y nunca va a existir un medio de distribución legal que no pertenezca a Nintendo. Super Mario Maker es un videojuego aparentemente inocente, que permite a jugadores desarrollar sus propios niveles de
Super Mario Bros
, compartirlos y jugar niveles de otros jugadores, y sin embargo plantea preguntas difíciles sobre los monopolios. El producto que
Super Mario Maker
vende no es solamente su editor de niveles, es también un inmenso catálogo de niveles creados por una mano de obra que no ha recibido un céntimo y no tiene ningún derecho sobre su obra, y tampoco ninguna alternativa de desarrollar ni mover su obra fuera de la que le ofrece estas horribles condiciones.
De todas formas,
Super Mario Maker
es un ejemplo bastante inocente. Por supuesto, la cosa se vuelve peor cuando entra el dinero de por medio. Así que hablemos de
Roblox
.
Roblox
es una plataforma de videojuegos en línea que permite a sus jugadores desarrollar nuevos videojuegos con las herramientas y recursos que proporciona (motor, modelos, texturas, código, sonidos…) y distribuirlos a través de su red.
Roblox
permite también a los jugadores descargar y jugar a juegos desarrollados por otros jugadores. Podríamos considerarlo una versión de
Super Mario Maker
en esteroides, sin llegar a ser un motor comercial como Unreal o Unity. Es más,
Roblox
no quiere ser un motor comercial como Unreal y Unity donde uno puede hacer cualquier juego. El "juego de
Roblox
" es un formato en sí mismo, con primitivos lo bastante grandes como para que las similitudes entre distintos juegos sean suficientes como para poder distinguir un juego de
Roblox
de un juego desarrollado de manera independiente. Además, estos recursos, estos modelos, texturas y sonidos, tienen copyright, por lo que uno no puede desarrollar un "juego de
Roblox
" sin
Roblox
. Podríamos decir que
Roblox
ha desarrollado un nuevo formato y ha conseguido tener el monopolio absoluto sobre su distribución. Por supuesto,
Roblox
permite también poner anuncios en los juegos y que el desarrollador obtenga parte de los beneficios. Como en todos los demás casos (véase YouTube para un ejemplo paradigmático), lo que comenzó como unos chavales sacándose unos eurillos en su tiempo libre se ha convertido en una forma de empleo precaria y desregulada que además es conocida por explotar el trabajo infantil,
como ya reportó The Guardian
. Una forma de empleo de la que además no hay salida. Las habilidades adquiridas por estas personas como desarrolladores de
Roblox
, así como el fruto de su trabajo, sólo tienen valor al amparo de este medio de distribución monopolizado por una sola empresa.
Este tipo de plataformas que operan sobre formatos no abiertos y protegidos por patentes y copyright, de los que se convierten en el único distribuidor, son en la práctica una forma actualizada y más efectiva de la Motion Pictures Patents Company de Edison, con alcance mundial e imposibilidad técnica de competencia. Además, algunas de ellas están consiguiendo arraigar mucho. Sin ir más lejos,
Roblox
tiene 5 millones de creadores de juegos y más de 200 millones de jugadores mensuales. Lo que significa que estas plataformas monopolísticas se están convirtiendo en formas de empleo precarias y que ofrecen escasa capacidad de ascenso, ya que las habilidades adquiridas en ellas son en muchos casos imposibles de transportar a otros trabajos. De la misma forma que la justicia de Estados Unidos consideró que el cine como forma de arte no podía estar bajo el poder de un solo conjunto organizado de empresas, cabe preguntarse si este nuevo escenario en el que cualquier empresa puede desarrollar un nuevo formato propietario y si tiene suerte convertirse en distribuidor único de un producto de éxito es deseable o si deberían existir medidas legales para poder evitar que se formen este tipo de situaciones y combatirlas cuando se den.
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