Los que hayáis cometido alguna vez el error de entrar en redes sociales no seréis ajenos al esperpéntico espectáculo de personas adultas atacando con virulencia alguna película, serie, libro, disco de música u otra producción cultural. La campaña de odio en torno a la octava película de la saga
es un buen ejemplo de este fenómeno. Concretamente con esta película, aunque es cierto que es la más marcadamente feminista de la saga, y que la mayoría de sus detractores de internet eran hombres de derechas, creo que la explicación tiene que ir más allá. Hay muchas películas feministas, y no todas reciben una avalancha de odio de esta magnitud. Simplificar el fenómeno a que las películas con cierto mensaje político son criticadas ignora mucho contexto.
En la sociedad de consumo contemporánea, construimos nuestras identidades en cierta medida en base a lo que consumimos. Esto no significa que las identidades tradicionales como el lugar de procedencia, la familia, el trabajo o la religión ya no existan, pero han perdido peso. Por otro lado, han surgido nuevas fuentes de construcción de identidad. Las causas son múltiples y complejas y esto no pretende ser un estudio exhaustivo. Simplificando mucho: por un lado, estamos saturados de ofertas de ocio. Tenemos acceso a muchas más películas, series, libros, música, teatro, pintura, deporte, ropa… que generaciones pasadas. También les dedicamos mucho más tiempo de nuestro día. Por otro lado, las redes sociales han aumentado muchísimo la cantidad de mensajes que emite la persona media y el radio de alcance de esos mensajes. Estamos constantemente proyectándonos ante los otros. Hablando de lo que hacemos, lo que nos gusta y lo que no. Además, por la forma que tienen las redes sociales de descontextualizar los mensajes, todo mensaje es una proyección de uno mismo. Decirle a un amigo que te ha gustado una película es simplemente eso. Decirle a internet que te ha gustado una película es presentarte ante el mundo como una persona a la que le gusta esa película. Es formación y proyección de identidad.
Pequeño interludio para aclarar que esto lo hacemos todos y estas palabras que estáis leyendo han sido escritas mientras llevo puesta una camiseta en la que pone “From director Greta Gerwig” con la misma fuente con la que salía en el tráiler de
. Esto no es una reflexión desde la torre de marfil ni tiene como objetivo concluir que las redes sociales mal o que los jóvenes de hoy en día mal. Dios me libre de escribir algo así.
Siguiendo con la explicación, sucede que estas producciones culturales sobre las que ahora construimos nuestra identidad son mutables. Un grupo de música, a menos que se separe, seguirá sacando discos. Una saga de películas es probable que siga teniendo secuelas. Una serie podría tener nuevas temporadas. Un autor o autora seguirá creando obras nuevas. Estas continuaciones no serán, evidentemente, idénticas a las anteriores, ni en temas ni en estilo. Los artistas perfeccionan su técnica y desarrollan nuevas inquietudes a lo largo de su carrera. Las producciones multimillonarias de los grandes estudios se adaptan a lo que su público mayoritario quiere en cada momento para vender más entradas.
Con esto puede pasar que el nuevo disco de tu grupo favorito o la nueva película de esa saga tan querida no te guste. Desde un punto de vista en el que estas obras son simplemente una fuente de disfrute y nada más, no pasaría nada. No te ha gustado y ya está. Hay otras cosas que sí. Como hemos dicho antes, estamos saturados de oferta. A otra cosa, mariposa. No sucede lo mismo cuando has pasado a considerar ese gusto como parte de tu identidad, y has proyectado esa identidad al exterior. Cuando, de cara a otras personas, eres la persona a la que le gusta, digamos,
. El youtuber que lleva gorra en interior y le grita a una cámara sobre cómo la octava película de
ha arruinado su infancia está llevando a cabo una performance, no para los creadores de
ni para el público mayoritario de la película, sino para sus conocidos. Incluyo aquí a su público. Internet crea muchas relaciones parasociales. Está hablando a aquellas personas a las que se ha presentado como fan de esta saga y también como persona de derechas, ya que de repente estas identidades entran en conflicto y toca renegar de una de ellas. No está criticando una película, está lidiando con la vergüenza de que las personas que le rodean puedan asociarlo con ella, y llevando a cabo una performance pública en la que reniega de ella para evitarlo. Es Pedro negando tres veces a Jesús después de que éste último sea arrestado por los romanos. “No sé de qué hablas. [...] No conozco a ese hombre. [...] No conozco a ese hombre.” (Mateo 26:69-75). Desde esta perspectiva se entiende mejor por qué dicen cosas como que la película ha arruinado su infancia. Esto no va sobre la película. Va sobre ellos y su relación con la película.
Sucede algo parecido con el "me gustaban más sus primeros discos". Hay gente que siente especial placer en escuchar a grupos de música a los que nadie más conoce. Cuando una persona dice que le gusta mucho un grupo que nadie más conoce, a veces es genuino, pero a veces el objetivo no es tanto hablar del grupo en sí sino presentarse como una persona a la que le gusta un grupo así. El grupo per sé no importa tanto, lo relevante es que sea pequeño y desconocido. Por eso, cuando algunos de esos grupos crecen y empiezan a sonar en la radio y a encabezar carteles de festivales dejan de ser válidos para reforzar esa identidad, y toca renegar de ellos. Pero claro, no se puede ser tan explícito. La comunicación humana a menudo se basa en segundos significados y entendimiento tácito. No se puede decir que ya no escuchas un grupo porque ahora el resto lo conoce también, así que la explicación tiene que estar de alguna forma en la música en sí. Se han vuelto muy comerciales, se han vendido, ya no hacen canciones como las de antes...
Construir nuestra identidad sobre algo tan volátil como la carrera de un artista nos crea a veces la necesidad ridícula de tener que dar explicaciones que nadie ha pedido sobre las decisiones de una persona sobre la que no tenemos ningún control. Esto viene exacerbado por el propio diseño de las redes sociales, donde toda emisión es proyección de identidad, lo que agrava esa sensación de tener que dar explicaciones sobre una aparente incoherencia en la identidad proyectada hasta ahora. En el peor de los casos, este reniego se manifiesta como una performance formada por ataques contra el propio artista, que se ve inundado por una injustificada avalancha de odio.