Sobre la adopción de la tecnología
Publicado el 23 de mayo de 2025
Para mí uno de los aprendizajes más valiosos del libro
Armas, gérmenes y acero
(Jared Diamond, 2006) fue el entender que la adopción generalizada de una tecnología no está causalmente relacionada con el hecho de que esa tecnología mejore la calidad de vida de la gente. El ejemplo paradigmático es la agricultura. El paso del paleolítico al neolítico implicó una dieta mucho peor para la persona media, reducción de esperanza de vida, peor forma física y mayor exposición a enfermedades. Condiciones mucho peores que las del cazador-recolector medio. La dieta de los agricultores del paleolítico estaba compuesta en mucha mayor medida por grandes cantidades de unos pocos cultivos, sobre todo cereales, mientras que los cazadores-recolectores tenían una dieta mucho más variada de diferentes frutas, vegetales, carnes y pescados. La proliferación de las enfermedades fue causada por el aumento del tamaño de los grupos de población y por un mayor trato con animales una vez se desarrolló la ganadería. Recordemos que muchas de las enfermedades humanas, como la gripe o la viruela, tienen origen animal. Entonces, ¿por qué lo hicieron? La gran ventaja de la agricultura y la ganadería fue una mayor producción de comida por metro cuadrado que permitió mantener a una población más numerosa. Una mayor población es una obvia ventaja bélica, de manera que las poblaciones sedentarias eran capaces de expulsar de su territorio a los cazadores-recolectores o de obligarlos a adoptar el sedentarismo para poder competir. Una vez que la población había crecido lo suficiente como para no poder mantenerla con la caza y la recolección volver atrás fue imposible, de forma que la agricultura y la ganadería se volvieron la forma de vida necesaria.
También es importante entender que la adopción de la agricultura no fue parte de un plan consciente. Se cree que la agricultura fue adoptada en un origen como suplemento a la caza y la recolección. Los primeros agricultores eran también cazadores-recolectores, pero la agricultura les daba un por si acaso muy valioso. La caza y la recolección no garantizan resultados, de forma que tener un sitio donde seguro que crecían plantas comestibles era un plan B muy útil. Con el tiempo, el peso de la agricultura en la dieta fue desplazando a la caza y la recolección gradualmente hasta crear sociedades totalmente sedentarias. Estas sociedades se vieron con una ventaja bélica sobre sus vecinos gracias a una población mayor, que en muchos casos aprovecharon porque era una buena idea, para asegurarse el control de las mejores tierras y evitar la competencia. La adopción global de la agricultura no fue un proceso planificado, fue el resultado a lo largo del tiempo de una serie de decisiones individuales que en aislamiento eran buena idea pero que resultó a lo largo de generaciones en un empeoramiento de la calidad de vida.
Algo similar sucede a menudo en el capitalismo, un sistema económico conocido por lo poco que se alinean sus incentivos con la calidad de vida de la población. Cuando se generaliza el uso de una tecnología que tiene consecuencias negativas y que terminamos prefiriendo que no existiera, es importante entender cuáles son los incentivos enonómicos que han llevado a ello. A menudo, podemos ver que la adopción generalizada de tecnologías con consecuencias negativas para nuestra calidad de vida tiene como origen decisiones individuales en las que el uso de esas tecnologías era economicamente rentable para las personas que las adoptaron. En un sistema que tiene el lucro como principal forma de decidir qué comportamientos persisten en el tiempo y cuáles mueren, estas decisiones individuales egoístas tienen como consecuencia última la generacización de comportamientos que en ocasiones son detrimentales para la calidad de vida de todos.
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