Recorte de la portada estadounidense de Pan no autorizado. Se puede leer el título, Unauthorized bread, en grandes letras. Detrás hay una foto de una tostada con un agujero en el centro.
Wye
Publicado el 13 de mayo de 2025
Pan no autorizado
es un cuento de ciencia ficción del escritor, periodista y activista canadiense Cory Doctorow. En él, la protagonista, una refugiada de Oriente Medio en Estados Unidos llamada Salima vive en un piso de protección oficial en el que todos los electrodomésticos están programados para aceptar solamente productos de su marca. El lavavajillas sólo lava platos de su marca, la lavadora sólo acepta jabón de su marca y el horno se niega a hornear pan no autorizado. Cuando la empresa que fabricó el horno quiebra, éste deja de funcionar del todo porque no es capaz de conectarse al servidor que autentica los productos. Este momento es el catalizador que lleva a Salima a hackear sus electrodomésticos para que vuelvan a funcionar y ya de paso acepten productos de cualquier marca. El tema central del cuento es la forma en la que las grandes empresas usan las leyes de propiedad intelectual para atrapar a sus clientes en productos peores y más caros.
Wyoming "Wye" no es la protagonista del cuento, pero es un personaje muy interesante. Es una joven programadora, graduada del MIT, que trabaja para Boulangismo, la empresa que fabricó el horno de Salima. Cuando las dos se conocen por casualidad en el metro se compadece de la situación de Salima y se ofrece a ayudarla a arreglar sus electrodomésticos y los de sus vecinos.
Doctorow es conocido, entre otras cosas, por su teoría de la mierdificación (enshittification), que explica el proceso mediante el cual las plataformas tecnológicas degradan la calidad de su servicio a lo largo del tiempo para aumentar su rentabilidad. La teoría también explica el entorno y el sistema de incentivos que permite y promueve este fenómeno. Aunque el tema central de
Pan no autorizado
es la regulación, especialmente en materia de propiedad intelectual, en Wye podemos encontrar las ideas de Doctorow sobre los trabajadores del sector tecnológico.
Wye trabaja en el equipo que programa el horno para que cocine los alimentos a la temperatura y el tiempo correcto de forma automática. Es un trabajo interesante y del que habla con pasión, y uno que a priori no es especialmente malvado. El fruto de su trabajo es una contribución valiosa a la ciencia y la tecnología culinaria. En su primera conversación menciona que en la empresa hay gente contratada para detectar quién está hackeando sus electrodomésticos para no pagar y evitar que lo hagan, y dice que ella nunca haría eso porque tiene sus principios. Ahora bien, Boulangismo necesita de su trabajo para vender hornos mierdificados. Todo producto mierdificado o candidato a la mierdificación necesita un de núcleo de funcionalidad que sí es útil y que hace de cebo para que la gente lo compre y quede atrapada. Las impresoras HP, uno de los eternos ejemplos de Doctorow, imprimen. Luego tienen todos los mecanismos para evitar que uno rellene los cartuchos de tinta o compre tinta de terceros y esa es la parte fea, pero para poder tener a gente atrapada en la parte fea hace falta una impresora que imprima bien, porque si no nadie la compraría en primer lugar. De esta manera, las empresas tecnológicas han conseguido establecer un sistema que permite que personas trabajen en productos contrarios a sus principios. Sólo tienen que hacer que trabajen en la parte del producto que no viola esos principios de manera directa.
Otra característica de Wye es su ingenuidad. En su intento de ayudar a Salima, lleva su situación y la de la gente que está hackeando sus electrodomésticos por necesidad ante los jefes de su empresa. Éstos, que tienen la capacidad para la empatía de Ebenezer Scrooge, ven aquí una fantástica oportunidad de negocio y lanzan una nueva línea de mercado: poder pagar para desbloquear tus electrodomésticos. Temporalmente, claro. Salima, que tiene mucho más callo en la vida que Wye aunque se lleven un año, se ve venir la cosa de lejos y los manda a la mierda mientras que Wye tarda bastante más en entender por dónde van los tiros. Este chasco es un momento importante en el despertar de su consciencia y comprensión del mundo. La situación en general es representativa de su ingenuidad. Wye cree que sus jefes se sienten igualmente conmovidos por la historia de los refugiados que hackean electrodomésticos y que el programa de desbloqueo es una forma de ayudarles.
Es importante entender que no todo es malo en Wye. Su otro gran rasgo definitorio es la empatía. Cuando conoce la historia de Salima inmediatamente lo primero que hace es ofrecerse a ayudarla, aunque tenga que romper la ley y arriesgarse a que la despidan si la pillan. A lo largo de todo el cuento una y otra vez intenta ayudar a los refugiados de distintas maneras, con mayor o menor éxito, y las filtraciones de herramientas internas de la empresa que le pasa a Salima son la clave que salva a la protagonista y sus amigos al final del cuento, cuando todo parece perdido.
Si Wye es un personaje tan atractivo es porque es muy humano. Wye es una trabajadora normal del sector de la tecnología. No es especialmente genial ni especialmente buena ni especialmente valiente o activista. Tampoco es especialmente torpe ni malvada. Está escrita según el clásico arquetipo estadounidense del héroe cotidiano. En sus defectos vemos nuestros defectos y en sus virtudes a la persona que querríamos ser. No son pocos los trabajadores del sector tecnológico que están en desacuerdo con las prácticas comerciales de las empresas en las que trabajan, pero que lo hacen igualmente porque el trabajo en sí es interesante, está lo bastante distanciado del mal en el día a día y porque algo hay que comer y no hay trabajo para todos salvando al mundo.
Doctorow opina que esta buena voluntad de los trabajadores es uno de los cuatro contrapoderes a la mierdificación. Si antes decíamos que una empresa tecnológica es un sistema que permite que cientos de personas bien intencionadas puedan trabajar para el mal, haría falta construir estructuras alternativas que permitan canalizar esa empatía innata hacia poner la tecnología al servicio de los usuarios. Los actos individuales no escalan. Wye no ha ayudado a nadie a piratear sus electrodomésticos hasta que conoce a Salima, y cuando lo hace es ese trato interpersonal, el escuchar su historia en persona y empatizar así con ella lo que la motiva a actuar. También es una actuación muy limitada que tiene como efecto ayudar a un grupo pequeño de personas. Estos actos individuales de bondad no escalan. No podemos esperar a que cada trabajador del sector tecnológico conozca en persona a cada persona afectada por los modelos de negocio abusivos de sus empresas. Tampoco es de esperar que cada trabajador del sector tecnológico tenga la iniciativa para enfrentarse a un sistema injusto por su cuenta. Por eso, hace falta organizar esa buena intención y conocimiento técnico profundo mediante estructuras que permitan llevar a cabo acciones liberadoras a una escala más grande.
En sus escritos y charlas, Doctorow argumenta que la forma en la que los trabajadores han servido tradicionalmente de contrapoder en el sector tecnológico es mediante la escasez. Las empresas no podían permitirse despedir a sus empleados o enfadarlos más de la cuenta porque había mayor demanda de programadores que gente cualificada. Esto permitía a los trabajadores a negarse a mierdificar su producto sin arriesgarse a represalias porque la empresa no se lo podía permitir. Esta escasez se ha terminado. La oferta de formación en informática se ha multiplicado y cada año se gradúan más y más personas cualificadas para trabajar en el sector. Los despidos masivos en las grandes empresas tecnológicas estadounidenses de 2023 y 2024 reflejan esta realidad. Por eso, según Doctorow, la forma de reconstruir el poder de los trabajadores en el sector de la informática tiene que ser mediante la organización y la negociación colectiva.
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