Cult of the lamb: la fantasía de poder amable
Publicado el 31 de agosto de 2022
Cuando se habla sobre fantasías de poder en el videojuego, la primera imagen que viene a la cabeza es un personaje enfrentándose solo a decenas de enemigos y saliendo vivo dejando a su paso decenas de cadáveres. Juegos como los primeros
God of war
, de los que el director dijo que intentaba hacer un juego que a su yo de 12 años le habría encantado jugar. Aunque ciertamente este tipo de juegos son una fantasía de poder, reducir el término a ellos es muy reduccionista. En última instancia, una fantasía de poder es una simplificación enorme de un problema muy complejo, de forma que es manejable y superable por una sola persona en su tiempo de ocio, mientras se le crea la ilusión de que está lidiando con algo parecido al problema real. Desde este punto de vista, juegos como
Cities Skylines
,
Civilization
o
Europa Universalis
son fantasías de poder, que simplifican la gestión de una ciudad o un país hasta el extremo de hacer que la mayoría de decisiones y consecuencias están bajo el control del jugador. Creo que no hace falta explicar que gestionar un país de verdad es un problema mucho más difícil de lo que plantea un juego de Paradox Interactive, incluso siendo estos juegos muy complejos y café para muy cafeteros. Sobre todo, hay muchísimas decisiones que no están bajo el control del gobierno. Sin embargo, en una época de opiniones de barra de bar y afirmaciones de que “lo de Ucrania (o el paro, el precio de la luz, la inflación…) te lo arreglo yo en dos semanas”, este tipo de juegos aportan la fantasía perfecta para alimentar esas creencias simplistas, esa ilusión de que efectivamente uno podría arreglar un conflicto bélico internacional en dos semanas, si tan sólo le dejaran. No es difícil encontrar por Twitter o Reddit anécdotas de gente que en uno de estos juegos ha decidido jugar como la nación más pobre del tercer mundo y la termina convirtiendo en un imperio donde nunca se pone el sol. ¿Cómo no iban a hacer lo mismo con un país de verdad?
En
Cult of the lamb
, el jugador toma el control del líder de una secta que se rebela contra la religión mayoritaria del lugar. El loop principal del juego alterna entre mazmorras en las que el jugador lucha contra integrantes de esta religión mayoritaria y recolecta objetos valiosos, y la gestión del pueblo donde se establece la secta y donde el jugador podrá usar los objetos adquiridos en las mazmorras para mejorar el pueblo. Conforme avanza la partida el jugador va rescatando de las mazmorras más y más acólitos que se van uniendo a su secta y a los que puede emplear en el pueblo llevando a cabo tareas como recolectar recursos o construir edificios, entre otras cosas. También va desbloqueando mejoras para el pueblo, como nuevos edificios o nuevas acciones que el jugador o los acólitos pueden llevar a cabo.
Lo más llamativo de
Cult of the lamb
es que ofrece dos fantasías de poder distintas. A menudo, al desbloquear una mejora, el juego da a elegir al jugador entre dos opciones mutuamente excluyentes. Al elegir una ésta se desbloquea y la otra se pierde para siempre. Aunque a veces la decisión entre una u otra es mayormente estratégica, frecuentemente la elección plantea una dicotomía entre la opción “buena” y la “mala”. Por un lado,
Cult of the lamb
permite jugar la fantasía de liderar la visión exotista de las religiones nativas de regiones colonizadas por europeos. Sacrificios humanos, canibalismo… ¿Quieres interpretar a lo que los europeos creían que era un sacerdote azteca? ¡Ahora puedes! Por otro, el juego entiende que no todos los jugadores van a sentirse cómodos en ese papel, y permite al jugador interpretar a un déspota ilustrado, desbloqueando bonificaciones por mantener contenta a la población.
Esta dicotomía es, por supuesto, tramposa. En ningún momento se cuestiona el poder ni la autoridad del jugador, que siempre hace lo que le da la gana. Simplemente se le dota de formas alternativas de ejercer ese poder. El jugador puede elegir entre recibir una bonificación por encarcelar a inocentes o por cada día que pase con las cárceles vacías, pero lo que es incuestionable es que el jugador lidera un régimen totalitario con presos políticos. Es irónico que incluso para las ventajas mecánicas de la vía tiránica, hay contrapartes “buenas”. Una ventaja del canibalismo es que no hace falta construir tumbas, que cuestan recursos y ocupan espacio que podría estar siendo usado para otros edificios. Pero no hay que preocuparse, porque se puede desbloquear la opción de compostar los cadáveres para obtener fertilizante para los cultivos. Si no te gusta el canibalismo tú tranquilo, que aquí tienes su versión vegana eco-friendly.
Cult of the lamb
permite al jugador jugar bajo la ilusión de luchar por el bien común, mientras por debajo juega con unas mecánicas que emulan un totalitarismo al que se le han limado las aristas más puntiagudas.
¿Estoy intentando decir con este texto que
Cult of the lamb
es un mal juego? ¿Está
Cult of the lamb
canceladísimo? No. Por supuesto que no. ¿Quién es usted? ¡Salga de mi casa!
Cult of the lamb
es un RPG con elementos de roguelike y de gestión de recursos muy entretenido y que recomiendo bastante para los fans de cualquiera de estos géneros. Incluso tengo
un artículo
alabando su diseño de la mecánica de golpes críticos. Pero sí que es un buen ejemplo de la dificultad que tiene el videojuego como medio para representar estructuras de poder que no sean totalitarias y con el jugador al mando. Las razones de esto son muchas, por supuesto. Algunas, tan mundanas como que es mucho más fácil diseñar y programar la inteligencia artificial de un agente que siempre obedece órdenes y nada más que la de uno que intenta emular cierto libre albedrío. Otras, más culturales, como que nos hemos acostumbrado a tener siempre la razón al habitar mundos digitales, y a que todo gire a nuestro alrededor y exista para que nosotros interactuemos con ello. Incluso el “camino bueno” de un juego con dos fantasías bastante claramente diferenciadas consiste en un totalitarismo maquillado con grandes dosis de “es por tu bien”.
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